jueves, 27 de agosto de 2009

Del baúl de los recuerdos

En vista de que la inspiración no se asoma ni de broma por mi cabeza pondré algo que me dijo un gran profesor en respuesta a un correo que le envié hace tiempo:

Sé que eso que llamamos inteligencia está sobrevalorada. También sé que de mucho sirve.

Pero cuando se llegue a la conclusión de que el verdadero valor de las personas está en su inteligencia emocional, tú y yo podremos sentirnos un poco más satisfechos de ser como somos.

miércoles, 3 de junio de 2009

Gritando

En un recóndito lugar de la tierra, al que la gente no suele llegar no solo por la lejanía sino por que realmente no hay nada a que ir, vivió un hombre común, no muy distinto a cualquier otro. Despertó un día igual que todos los demás, el cielo no era muy gris ni particularmente azul, pero algo en el era distinto, tenia un enorme sentimiento en el pecho que lo inundaba como nunca antes algo lo había hecho, era mas grande que cualquier palabra que conociera, mas incluso que cualquiera que se haya escrito hasta entonces, y era tan grande e incontenible el sentimiento que subió al punto mas alto del recóndito lugar y grito con tal fuerza que se quedo sin aire, grito tan fuerte que desfalleció y aun inconsciente siguió gritando, lo hizo con tal potencia que se escucho a kilómetros de distancia, a lo lejos podía escucharse ese grito, que podía arrancar cualquier prejuicio de la cabeza y herida del corazón de quien estuviera cerca, como un hermoso canto que llenó de gozo el corazón de las personas que tuvieron la dicha de escucharlo. Grito tan fuerte que desapareció, se disperso, se hizo uno con el viento, llego a lo largo y ancho del mundo y atravesó los tímpanos de millones de personas para, finalmente, quedarse a vivir en sus corazones.

miércoles, 27 de mayo de 2009

Reencuentro

Y una vez mas sus miradas se cruzaron y el tiempo se detuvo como la primera vez que lo hicieron hacia ya casi cuatro años, y nuevamente esos ojos que le robaron su color al cielo se clavaron en su corazón como un par de zafiros en un fragmento de oro. Solo el anden los separaba y rápidamente subieron las escaleras para encontrarse sobre los trenes que seguían su curso mientras el tiempo se detenía para dos corazones que latían al mismo ritmo una vez mas, al llegar el uno al otro como las aguas de un río que inevitablemente desembocan en el mar no tuvieron que decir palabra alguna, sus ojos lo decían todo, el seguía siendo de ella, como lo fue desde que se conocieron y como lo seria hasta el día de su muerte, ella le pertenecía, como jamás podría pertenecerle a otro hombre, como lo hace alguien que funde su alma con la del amor de su vida.

No importo que estuvieran con alguien mas en ese momento, o en otro, era inevitable que al estar frente a frente nada en este mundo siguiera importando, todo desapareció cuando se veían el uno al otro reflejados en esos ojos que tanto amaban, el era el príncipe azul de su mirada y ella tan dulce como la miel en sus ojos.